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In Memoriam, Josephine Victoria Irving 1963-1999

Posted Saturday, March 28, 2009

Original source: http://echandolecuento.wordpress.com/2006/08/10/paraiso-fugaz/

Echándole Cuento
Paraiso fugaz Agosto 10, 2006
Archivado en: Relatos - Pablo de Aguilar González @ 9:15 pm
Tags: altea, amistad, fugaz, irving, josephine, josephine+irving, niñez, obituario, paraiso, verano
 

Pablo de Aguilar González:
En memoria de Josephine Irving

(Abril 1963- Septiembre 1999)

Right: Josephine Victoria Irving, Christmas 1975  

CUANDO miramos, por primera vez, desde la terraza de aquel apartamento, situado en un lugar privilegiado de la Olla de Altea, mi primo Juan Pedro, artista innato él, se puso a describir el magnífico panorama que teníamos ante nosotros.

Al fondo, el Mediterráneo, azul intenso, dormido, con un pequeño lunar en la comisura de la sonrisa que dibujaba la pequeña bahía: la isla. Un islote pequeño, de color pardo donde las olas la acarician, seca y beige más arriba y verde de matorrales en lo alto. Si volvíamos la vista a la izquierda, la sierra: una cadena montañosa que empezaba más allá de donde nuestra vista podía alcanzar e iba a terminar al mar, como refrescándose los pies que guardaba bajo su falda. Y a nuestra derecha, los bancales de almendros y algarrobos, donde las chicharras parecían querer darnos la bienvenida con su quejido despreocupado.

Yo tenía once años y, la verdad, sólo tomé conciencia de aquel paraíso años después. En aquel momento, lo que a mí me preocupaba, eran temas como la distancia a la playa, si se podrían pastorear palos de polo al movimiento de las olas, o si la piscina que había bajo la barandilla del balcón que ocupábamos, sería lo suficientemente profunda como para saltar desde ese segundo piso.

Era Julio, y por primera vez en mi vida, iba a pasar todo un verano en la playa. El sitio prometía, había bastante que investigar por los bancales y por el monte de detrás; tenía una piscina a mi disposición, y el mar cerca. Sólo faltaba encontrar amigos enrollados para sacar provecho de todo ello.

Me pegué a mis hermanas y a mi primo cuando bajamos a la orilla del mar, protegiendo, detrás de ellos, mi enfermiza timidez de las miradas curiosas que siempre provocan los recién llegados y, desde allí, empecé a observar el panorama. La playa era de piedras primera decepción; me había prometido a mí mismo pasar las interminables horas de la digestión haciendo castillos de arena, sin protestar ni una vez para que me dejaran bañarme antes de tiempo.. Luego observé a la chiquillería de alrededor: todo chicas. La cosa parecía empeorar.

Pasé un par de horas intentando lanzar pedradas a la boya roja que, ante nosotros, se escondía y volvía a asomar, como incitando al juego. No hice blanco una sola vez. Y, estando en esas, noté cómo una voló por encima de mi cabeza, y fue a impactar de lleno en el flotador de plástico, haciéndole cabecear de un lado a otro. Miré, detrás de mí, para descubrir quién había sido el preciso lanzador. Y allí estaba ella, sonriendo triunfante. Devolví la sonrisa tímidamente, avergonzado a causa de mi mala puntería. Ella se acercó y me preguntó:

-¿Cómo te llamas?

- Pablo -, respondí yo, intentando disimular mi sonrojo.

- Hola, yo soy Josefina.

Era menuda, lo cual, dicho desde el punto de vista de un crío de once años, poco crecido y flacucho, supongo que será lo mismo que decir que ella también era pequeña.

- Tengo once años -, siguió.

- Yo también, ¿En qué mes los cumples?.

- En Abril.

- Pues soy mayor. Yo los cumplo en marzo -, repliqué orgulloso por el éxito. Un mes, cuando apenas se ha vivido ciento cincuenta de ellos, es un periodo inmenso. Luego, la dichosa relatividad, va menguando el tiempo.

- Sí, eres mayor, pero lanzas las piedras fatal ¿A que no sabes hacerlas botar? _. Y dicho esto, eligió una plana y la hizo deslizarse sobre el agua, consiguiendo tres o cuatro botes, antes de sumergirse. Yo nunca lo había intentado, pero no era cuestión de quedar como un tonto delante de una chica y, encima, menor. Me agaché, y miré alrededor, intentando emular su sapiencia.

- Tienes que elegirla plana

- Ya, ya...

Después me presentó a sus tres hermanas, a sus primas, y a todas esas chicas que resultó que vivían en el mismo bloque de apartamentos que yo.

- ¿Y no hay ningún chico?

Y es que, lo que a los dieciocho años puede parecer una gran ventaja, a los once era un auténtico inconveniente.

- Algunas veces vienen Paco y Jorge, que viven en Altea.

Bueno, menos daba una piedra...

Pero la inconveniencia no tardó en disolverse entre juegos y baños. Comenzaron las tardes de partidos quemados, pies quietos, luchas de piscina; las aventuras por entre los almendros próximos, el descubrimiento del algarrobo gordo, con un tronco bajo que permitía que nos encaramáramos con facilidad a unas gruesas ramas sobre las cuales podíamos recostarnos y pasar las horas acariciando grandes sueños infantiles; la mina de cuarzo, donde nos imaginábamos ricos, después de vender los pequeños cristales rojos que extraíamos; la cueva grande, escondite secreto para el equipo de policías y ladrones que Josefina y yo, por ser los mayores, liderábamos. Los cucuruchos con dos bolas de helado después de la misa de los domingos por la tarde; el merendero, con la máquina de bolas, auténtico imán hipnotizador que nos aglutinaba a su alrededor y, por supuesto, la playa, las excursiones a la isla en patines de madera, la zona vedada, justo frente a la palmera del convento, donde se supone que amenazaba, sumergido, un antiguo hierro que, parece ser, cortaba como un demonio. Ahora puedo confesar, sin temor a ser castigado, que intentamos buscarlo alguna vez, con las gafas de bucear, siempre a una distancia prudencial. Nunca lo encontramos, y todavía no sé si aquello era verdad, uno de esos pequeños mitos locales, o un truco de los mayores para alejarnos del lugar.

Pilar Sr, Beatrice, PilarJr, Paloma (hidden)

Josephine's mother and sisters, on the road to Alicante, Spain, in 1975: Pilar Sr, Beatrice, Pilar Jr, Paloma (hidden)

Aquel verano, que empezó prometiéndose aburrido y eterno, con una playa sin arena, con un bloque lleno de chicas, pasó como un suspiro, lleno de risas y complicidades de amigos para siempre.

Cuando llegó la hora de volver a Albacete, Josefina y yo nos habíamos hecho inseparables. Se vino a pasar unos días con nosotros. Así, alargamos siete días más la ingente cantidad de diversión que habíamos disfrutado entre la playa y el campo, por otra no menos grande en los días de feria de mi ciudad, una semana de septiembre de júbilo absoluto . Y, casi despidiendo al verano, nos despedimos también nosotros. Aquella despedida no fue un adiós, fue un hasta luego, un nos vemos.

No volví a saber de Josefina hasta hace una semana, que descubrí, por casualidad, una página de Internet en la que se hablaba de su padre. Por un momento sentí aquella emoción infantil, inocente, que todavía me invade cuando pienso en aquellos días. Decidí sumergirme, un poco más, en los buscadores, para encontrarla de nuevo, con la intención de recuperar un contacto perdido casi en el principio de los tiempos (En el principio de nuestro tiempo, al menos). Supuse que estaría bien hablar de lo que habían sido nuestras vidas desde entonces, conocer a nuestras familias, no sé... quizá tenía en mi mente recuperar parte de aquella infantil inocencia que, a veces, tanto se echa de menos. Por fin, después de varios intentos, encontré una página con su nombre. Era su obituario.

Se fue en septiembre de 1999. Una despedida, un septiembre, que debió ser muy distinto de aquel otro en el que disfrutamos los últimos días de nuestra amistad, cuando nos dijimos hasta la próxima, sin que se nos llegara a pasar por la cabeza que era para siempre, que no habría una próxima.

Un buen amigo mío dice que uno no debe volver a los lugares donde se ha sido feliz; pero yo, de vez en cuando, cierro los ojos y regreso a aquel lugar, en aquel tiempo. Me encaramo, durante un rato, al algarrobo gordo; y recuerdo aquellos sueños infantiles, tan distintos de lo que, después, los años, guardan para nosotros en realidad. Nunca he olvidado, ni creo que lo haga ya, aquel verano, seguramente el mejor de todos los que disfruté en el verdadero paraíso que casi todos gozamos una vez en la vida: nuestra niñez.

Pablo de Aguilar González
Agosto 2006

==== [SORRY NO ENGLISH TRANSLATION YET AVAILABLE]

10 Responses to "Paraiso fugaz"
1.
Virginia Says:
Agosto 11, 2006 at 8:48 am
PAblo, lo he leído sin pestañear. Q triste el final, aunque lo intuyes por la portada.besossss y buen fin de semana.
 
2.
Nébulos Says:
Agosto 14, 2006 at 4:26 pm
Triste, triste. Me vi un hombre con los hombros cargados de recuerdos, triste, sin pupilas en los ojos.
F
 
3.
Stuffen Says:
Agosto 15, 2006 at 3:54 am
Precioso y conmovedor, Pablo.
Describes tan bien los escenarios, que consigues que el lector reviva tu experiencia.
Aquí me tienes llorando... De pena, de nostalgia, de recuerdos...
Un beso y enhorabuena por este relato que te honra (me parece todo un detallazo).
 
4.
Diego Says:
Agosto 15, 2006 at 8:22 pm
Me has emocionado, Pablo. De repente he querido buscar esos recuerdos de playa, bicicleta y cabezas descalabradas, y me han dado ganas de saber de alguna gente que aparece en ellos. En fin...
Por cierto, creo que eso que dice tu amigo es de una canción de Ana Belén (muy famosa) pero no recuerdo ahora el título.
 
5.
Diego Says:
Agosto 15, 2006 at 8:25 pm
Estooo el oráculo me ha soplado que lo de Ana Belén es una versión de "Peces de ciudad" de Sabina.
 
6.
Tautina Says:
Agosto 16, 2006 at 1:52 am
Un texto muy evocador, y he descubierto aquí una nueva faceta descriptiva que me entusiasma, cada vez desarrollas mejor los escenarios, estás hecho un artista.
 
7.
Gattaca Says:
Agosto 16, 2006 at 5:54 pm
Gracias por este relato, Pablo.
 
8.
Lau Says:
Agosto 16, 2006 at 8:58 pm
ufff, no sé exactamente qué decir de toda la avalancha de palabras que se me viene encima después de leerte...
me has transportado literalmente al lugar, muy bien descrito... y el regustillo nostálgico que me queda está aderezado de la pena por no haber vivido ningún verano como ése jeje. Cada uno tiene sus veranos y sus infanciass, pero qué bonita ésta.
Enhorabuena por tu relato y gracias por emocionar de esta manera.
9.
Lau Says:
Agosto 16, 2006 at 8:59 pm
gracias por otro lado por la respuesta al comentario de la entrada anterior. Gracias de verdad, y por la visita al blog, y por la frase "palabras que te llenen A TI".
 
10.
carminita Says:
Septiembre 4, 2006 at 4:24 pm
A medida que avanzaba en el relato, mas retrocedia en el tiempo hasta situarme como tú, en la terraza del apartamento y recordar aquellas maravillosas vistas, jamas vueltas a ver y valoradas ahora 30 años despues y aquellos veranos que transcurrian lentamente, donde unicamente teniamos como meta el pasarlo lo mejor posible.
Conforme avanzas en la lectura la intuicion te va preparando a que algo va a suceder pero jamas.....ese final,es precioso el texto ,pero me he quedado muy triste,no puedo apartar la vista de foto,que cruel que puede ser la vida para algunos.... besos

 

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R V Jones refers in his memoirs to how Mr Irving held the secret
David Irving photographed with infant Josephine in the family home July 1963. First book just published, first daughter in his arms, a proud time for the family.

Josephine's obituary | funeral service in 1999

 
 
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